miércoles, 7 de febrero de 2018
CAPITULO 73
Mirta Chaves revisaba concienzudamente que todo estuviera en su lugar antes de ir en busca de su sobrina, dispuesta a eliminar a Pedro Alfonso del camino de Paula. Ésta ya había sufrido demasiado por la estupidez de los hombres, y Mirta no estaba dispuesta a observar cómo otro obtuso animal de tres patas dañaba el frágil corazón de su pequeña.
Iba acompañada de Víctor, su chófer, y Hector, su viejo y fiel abogado que siempre la ayudaba a resolver situaciones molestas como la de ese estúpido Alfonso del que pensaba deshacerse en cuanto supiera su precio. Porque las personas siempre tenían un precio: sólo debía averiguar cuál era, para concederle sus deseos más profundos e intercambiarlos por la paz y tranquilidad de su sobrina.
María, su fiel amiga y ama de llaves, se había negado en redondo a acompañarla pese a haberla amenazado con el despido. Ella simplemente le había bufado con muy pocos modales y había ignorado sus órdenes desde detrás de una revista de cotilleos. Mirta no quiso discutir mucho con ella por si acaso decidía hacerle el boicot a través de sus comidas, como siempre hacía cuando la molestaba más de lo aconsejado.
Finalmente, decidió que debía llevar consigo a ese viaje de duración indefinida unas tres maletas, que contenían también unas cuantas elegantes prendas para su querida sobrina, quien habría tenido que sobrevivir con ropa de mercadillo, para su desgracia.
Mirta adecentó su aspecto y se dispuso a adentrarse en su vehículo más ostentoso y magnífico, que no era otro que una monstruosa limusina negra que a ella le encantaba llevar a las reuniones de la junta directiva para mostrarles a esos prepotentes quién mandaba en el bufete a pesar de haber dejado el venerable oficio de abogada hacía algún tiempo.
Cuando estaba acomodando su trasero en la tapicería de piel, recibió una llamada a su móvil.
Mirta estaba hasta las narices, dispuesta a romper ese trasto en mil pedazos para no escuchar ni una más de las indecentes proposiciones que esos jóvenes desvergonzados le seguían ofreciendo, cuando se percató de que ése era el número de Paula.
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