miércoles, 7 de febrero de 2018

CAPITULO 75




Cuando una anciana despótica llegó al pueblo de Whiterlande, todos los cotillas no dudaron en hacer imaginativas elucubraciones sobre quién podía ser aquel adinerado personaje. Corrieron rumores de que esa mujer pertenecía a la mafia, de que era la antigua amante de algún viejo magnate y, por último, los que habían tratado con ella, aseguraron ver un brillo demoníaco en sus ojos que la relacionaba con el diablo.


En el momento en el que esa apabullante mujer comenzó a preguntar por Paula, pensaron que era un castigo que Dios les había mandado por molestar tanto a esa joven que no parecía ser tan mala como creyeron en un principio. Hasta que, tras escuchar los absurdos rumores, el agente Colt aclaró finalmente la verdadera identidad de esa
mujer: ella no era otra que la afamada tía Mirta...


Ése fue el instante en el que todos comenzaron a temblar y a compadecerse de esa joven que tenía la desgracia de tratar con ese insufrible carácter a diario. Tras ver el terrible comportamiento de la anciana, los habitantes de ese entrometido pueblo al fin entendieron el porqué del agrio carácter de Paula, y comenzaron a sentir pena de Pedro y su
loco enamoramiento, pues, sin duda, le acarrearía más de un gran dolor de cabeza, dado que esa beligerante viejecita había llegado al pueblo con ganas de presentar batalla al enemigo y había decidido que ése no era otro que el popular veterinario del lugar.


Las gentes de Whiterlande, al enterarse de tan temibles noticias, tuvieron dos opciones: o correr a contarle a Pedro quién acababa de llegar al pueblo, o dirigirse con rapidez al bar de Zoe para añadir la apuesta pertinente en su famosa pizarra.


Para desgracia de Pedro, el bote de las apuestas era cada vez más generoso, así que nadie lo avisó de la que se le venía encima hasta que fue demasiado tarde...




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