viernes, 5 de enero de 2018
CAPITULO 9
¡Estaba en el culo del mundo, y todo habían sido problemas!
Poco después de tres horas de camino disfrutando de la velocidad del BMW, Henry comenzó a quejarse y a encontrarse mal. Me libré por muy poco de que echara el desayuno en la tapicería nueva del coche, gracias a mi rápida actuación y a haber parado en el arcén. Tras ese percance, cada vez que pasaba de cuarenta kilómetros por hora, comenzaba a gruñirme exigiéndome tranquilidad en la carretera, por lo que un coche que estaba hecho para volar por el asfalto, iba a paso de tortuga por una vía donde el mínimo permitido eran sesenta.
¡Dios! ¿Qué había hecho yo para merecer eso?
Podía intentar ignorar las múltiples quejas de Henry, que comenzaban a darme dolor de cabeza, pero, si se me ocurría hacerlo, su cara empezaría a tornarse verde y la tapicería se convertiría en la víctima de sus náuseas, así que apreté los dientes y seguí circulando lentamente, ya que me negaba en rotundo a tener que viajar durante Dios sabía cuántas horas en un vehículo que oliera a vómito.
Por si fuera poco, los mapas que me había proporcionado mi tía eran una auténtica bazofia, y todo porque ella no creía en los GPS. Así que, mientras viajaba, muy despacio, tuve tiempo de mirar detenidamente los viejos y arrugados mapas, de pintarme las uñas, retocarme el maquillaje y aún me sobró algún que otro instante para replicar con mi dedo corazón a los idiotas que me pasaban velozmente dándome su firme opinión sobre por qué una mujer nunca debía conducir.
Para mi desgracia, cuando al fin encontré el cartel de «Bienvenido a Whiterlande» y comencé a adentrarme en la salida de la carretera que llevaba al dichoso pueblo señalado en el mapa, oí un nuevo claxon a mi espalda. Ignorando nuevamente las opiniones de los afortunados que no tenían que tratar con Henry, saqué mi dedo corazón a pasear sin prestarle atención alguna al idiota que me reprendía.
Desafortunadamente, mi dedo se topó con la autoridad, a la que por lo visto no le agradó demasiado mi hermosa manicura francesa, ya que me ordenó hacerme a un lado y parar el vehículo.
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