domingo, 14 de enero de 2018

CAPITULO 38






Pedro apareció en su clínica una hora tarde, aunque su eficiente empleada había logrado entretener a los asiduos visitantes con una grata sonrisa. Esa mujer parecía saber cómo manejar a las ancianas chismosas sin ningún problema, así como a los solteros del lugar, que habían empezado a acudir a la clínica tanto por la bella Nina como por la arisca Paula, quien, a pesar de que en ocasiones los tratara con altivez, siempre parecía tener una sonrisa para ellos. Algo que muy pronto tendría que cortar por lo sano si no quería que Pedro comenzara a castrar a todo bicho viviente que se aproximara a ella.


Y es que, desde hacía un par de semanas, Pedro no aguantaba las miraditas que le dedicaban algunos de esos libidinosos solteros de Whiterlande a Paula, pero desde la pasada noche las cosas habían empeorado, ya que cualquier hombre que se acercara demasiado a ella era una potencial víctima para ser golpeada una y otra vez, desahogando así su frustración al haberse levantado solo y sin saber hacia dónde los llevaría esa imprudente noche que nunca podría borrar de su mente.


¿Serían celos la rabia que sentía cada vez que observaba a otro hombre arrimarse mínimamente a ella? No, eso no era posible: Pedro no era un tipo celoso. Por si acaso, preguntaría a su cuñado, Alan. Tal vez él tuviera una solución para los posesivos pensamientos que lo abordaban cada vez que la tenía cerca.


Esa mujer no era como las demás.


De sus labios no había salido ni una palabra sobre lo ocurrido. Por lo visto, para ella él había sido una simple aventura de una noche. Esa idea no le agradaba demasiado, pero Pedro guardó silencio dispuesto a que la tregua que se había instalado entre ellos permaneciera un poco más.


Finalmente, tras despejar su mente con un fuerte café hecho, cómo no, por la eficiente Paula, dio comienzo a la inmensa lista de pacientes que últimamente se había incrementado y que, en su mayoría, eran todas mujeres solteras un tanto paranoicas que creían que sus mascotas tenían las enfermedades más inusuales.


Ante la atenta mirada de Paula, Tatiana, una exuberante rubia de gran delantera, se agarró con desesperación a su brazo mientras le contaba con todo lujo de detalles los síntomas de su gata de angora, que lo miraba con bastante recelo desde su transportín.




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