domingo, 11 de febrero de 2018

CAPITULO 87



Pedro tenía unas ganas terribles de cometer su primer asesinato, y lo peor de todo era que su clínica estaba provista de un gran equipamiento para que ese acto fuera llevado a cabo limpiamente.


Tentado de nuevo con sedar a ese imbécil y dejarlo dormitando en su incómoda silla giratoria mientras se iba a cenar con Paula, aguantó estoicamente cada una de sus quejas, no sin dejar de pensar si le caerían muchos años si Manuel Talred acababa desapareciendo.


—¡No comprendo cómo alguien puede tener este desorden en sus cuentas! No me extraña que estuvieras en la bancarrota antes de conocer a Paula... Lo que me alucina es que tu clínica haya aguantado tanto este insufrible caos. Ella y su dinero debieron de ser un milagro para ti.


—Vuelve a decir una palabra más de Paula y te tiro por la ventana sin molestarme en abrirla siquiera.


—Creo que eso sólo traería más gastos a tu clínica, una abultada factura que sin duda no te puedes permitir —comentó despreocupadamente Manuel, ignorando las amenazas de su rival.


—Ah, pero te puedo asegurar que serían pagadas con mucho placer. —Pedro sonrió maliciosamente, advirtiéndole con ello de que sus amenazas no eran vanas en absoluto.


—¿Acaso te crees que tienes el monopolio de esa mujer? Te recuerdo que yo he sido su prometido y tú ni siquiera eres su novio.


—Yo soy el hombre del que está enamorada, y tú ahora no eres absolutamente nada en su vida — replicó Pedro con orgullo.


—Ella también se enamoró de mí. No creas ni por un minuto que alguien como Paula puede enamorarse de alguien como tú. Simplemente te ama porque eres muy parecido a mí, y unas bonitas palabras y unos amables gestos en el momento adecuado consiguen derretir a cualquier mujer.


—Te puedo asegurar que Paula no se ha enamorado de mí por ninguna de esas razones. — Pedro sonrió al recordar las bruscas palabras que se habían dedicado desde que se conocieron, y sus estúpidos detalles, que siempre habían acabado en un gran desastre.


—Entonces, ¿por qué, según tú, se enamoró de ti? No me dirás que es por tu dinero o por tu majestuosa presencia... —se burló abiertamente Manuel, aludiendo a su descuidado aspecto, producto de toda una mañana de trabajo con distintos animales, entre los que, sin duda alguna, los peores eran los humanos...


—Entre otras cosas, Paula ama mi sinceridad. Algo de lo que tú careces...


—¡Bah, estupideces! No niego que le pueda llegar a gustar ese rasgo de un paleto como tú, pero, dime, ¿ella te ha sido completamente sincera? ¿Te ha dicho que en realidad ese apellido del que tanto presume no es suyo, que sólo es una huérfana adoptada y que siempre hará todo lo que diga tía Mirta por miedo a perder su estabilidad, su dinero, todo? Esa mujer es más falsa y engañosa que yo, y la verdad la esconde muy profundamente detrás de una bonita cara y su gran fortuna.
»Yo me dejé tentar por el dinero. Al parecer tú has sido más idiota y te has dejado engañar por su belleza. Si crees que eres importante en la vida de esa mujer, desengáñate pronto, porque, en cuanto tía Mirta diga que se ha terminado, se habrá terminado. Y vuestra relación será historia.


—Paula no es así —negó Pedro ante las calumniosas palabras de su rival.


—¡Qué poco la conoces! Detrás de su bonita sonrisa y de esa timidez que aparenta se esconde una mujer a la que le encanta alardear de su dinero. Pronto empezó a pagarlo todo, me hacía caros regalos a los que yo ni siquiera podía acercarme a devolverle, y en vez de decirme que me amaba, me regalaba más ostentosos juguetitos. Finalmente llegué a odiarla e intenté apartarla de mí de una forma bastante cruel. A pesar de haber hecho el idiota, creí que, si me amaba, me dejaría explicarme, pero se negó rotundamente a oír ninguna de mis palabras y me abandonó sólo por un pequeño error que, según los Chaves, deberé pagar eternamente.


—¡No te hagas la víctima ante mí! —gritó Pedro enfurecido, sujetando amenazadoramente a ese irritante sujeto de las solapas de su camisa, sin saber qué parte de las palabras de ese hombre era mentira y qué parte pertenecía a la cruda realidad —. ¡Termina lo que has venido a hacer aquí y lárgate! —le ordenó airadamente, soltando a ese impresentable sujeto con el que había ensuciado sus manos. Si él finalmente quería saber la verdad de esa engañosa relación, sólo había una persona a la que podía preguntarle, y ésa no era otra que su amada y reticente Paula, cuyo pasado ya era hora que conociera un poco.


—Esto es fácil: tus proveedores te han estado estafando desde hace años subiéndote el coste de los medicamentos a precios irreales. Cuando adquiriste la clínica, debiste cambiar de proveedores, algo que ya he hecho después de poner esos desastrosos libros de cuentas al día. En cuanto a esos estafadores, les he mandado un aviso de que deben reembolsarte un jugoso cheque con el dinero que te han estafado durante estos años o, de lo contrario, serán demandados por el prestigioso bufete de los Chaves. Así que, de aquí a unos días, debería llegarte una bonita indemnización por tu estupidez. No olvides ponerla a nombre de la mujer que lo ha pagado todo, o al de su espléndida y adinerada sobrina. Después de todo, las dos son tal para cual. Ahora me marcho, y lamento mucho haber estropeado tu cita —finalizó irónicamente Manuel Talred, abandonando la clínica antes de que Pedro dejara de acribillarlo con sus miradas y decidiera que era mucho más placentero utilizar las manos para expresar la frustración que sentía en esos momentos.


Tras cerrar la clínica, Pedro subió a su apartamento y, arropada con una de sus viejas mantas en un rincón de su maltrecho sofá, halló a su amada gatita dormitando plácidamente en el único refugio que verdaderamente conocía.


Pedro, cansado y aún afectado por las palabras de ese tipo, que harían dudar de su nombre hasta al más cuerdo, cogió a Paula en brazos y se sentó en el sofá, cediendo al cansancio de ese horrendo día que, sin duda, había empezado con una hermosa mañana. 


Como todos empezaban a saber en Whiterlande, no había nada que tía Mirta no pudiera fastidiar...




No hay comentarios:

Publicar un comentario