domingo, 7 de enero de 2018

CAPITULO 16




Desde su posición en el frío suelo, Pedro no podía dejar de observar una y otra vez a la princesita desdeñosa que todavía no había recuperado la conciencia. Paula Olivia Chaves se llamaba... Pedro se percató en ese momento de que ése era el apellido de la anciana que lo había llamado antes: Chaves. Y también el nombre que ella le había mencionado, Paula, por lo que Pedro empezó a pensar que la extraña llamada que recibió antes tal vez no fuese una broma, después de todo.


Que alguien estuviera dispuesto a pagar diez millones de dólares a otra persona para que se casara con Paula le resultaba inaudito, pero lo más increíble era que alguien quisiera casarse con ella aunque le pagaran esa cantidad. 


¡Por Dios! Su lengua era más venenosa que la de una serpiente.


Era arrogante, orgullosa, mandona y siempre creía tener la razón. Seguro que era de esas féminas que siempre dicen «Te lo dije» y que señalan una y otra vez todos los defectos de una persona para minarle la moral.


Era hermosa, eso era algo innegable, con su bella melena de liso y sedoso pelo negro que le llegaba hasta los hombros y su dulce y fino rostro de distinguida princesita, con unos grandes ojos marrones y unos delicados y jugosos labios.


Se trataba de una atractiva mujer que no podría tener más de veinticinco o veintiséis años. Su cuerpo estaba lleno de seductoras curvas, ocultas tras un traje de corte un tanto severo de ejecutiva millonaria. Si tan sólo pudiera deshacerse de esa molesta y firme chaqueta que aplanaba su figura y lo desorientaba sobre el tamaño de sus pechos...


¿Llenarían su mano si los acariciaba o le harían falta ambas para abarcar la redondez de sus senos? ¿Serían sus pezones pequeños y rosados, o grandes y del color del melocotón maduro?


Sus piernas eran largas y firmes, ¿cómo se agarrarían a su cuerpo si hicieran el amor? Y su redondeado trasero era bastante tentador, sobre todo cuando utilizaba esa lengua viperina que tanto lo alteraba, ¿cómo se vería ese culito desnudo en su regazo mientras era azotado? ¿Se callaría si golpeaba bien fuerte o, por el contrario, gemiría y gritaría su nombre? Y esa deliciosa boquita tan insolente... ¡cómo le gustaría silenciarla dándole algo con lo que estuviera ocupada!


Su miembro se emocionó ante tan lascivos pensamientos, deseando comenzar con tan elaborada fantasía, y fue en ese instante cuando Pedro supo que tenía problemas. Nunca había deseado tanto a una mujer como para fantasear con ella tan sólo unos momentos después de haberla conocido. Vale que tenía una imaginación un tanto vívida y que en su adolescencia había tenido muchas chicas, pero últimamente ninguna le llamaba tanto la atención como para fantasear con ella.


En los últimos años solía tener aventuras de una noche: salía, conocía a una chica hermosa y acababa con su frustración y el estrés de su trabajo gracias a una tórrida noche de sexo. Luego volvía al trabajo y pocas veces recordaba cómo era la chica de la noche anterior. Pero, con esa temperamental princesa de piel de porcelana, no tendría ningún problema a la hora de recordarla, porque, sin haber hecho nada aún, no podía sacarse de la cabeza la idea de acostarse con ella.


¿Sería que sus dos meses de abstinencia le estaban afectando? Sí, sin duda era eso. A alguien como él definitivamente no podía interesarle una señorita arrogante y mimada como ésa, que no hacía otra cosa que morder a todo el mundo. De todas formas, lo mejor sería alejarse de esa joven tan peligrosa. No quería acabar liado con una damita tan arisca como ella, que a cada palabra destilaba veneno. Ni aunque eso diera lugar al mejor sexo de su vida.


En definitiva, no valía la pena arriesgarse, así que, en cuanto su hermano llegara a esa pequeña celda, él desaparecería y la señorita Tentación y él no volverían a encontrarse nunca más. No merecía la pena arriesgar su libertad, ni siquiera por esos hipotéticos diez millones de dólares. A él nadie lo compraría, y menos una damita con un genio tan temperamental como ella... aunque esa boquita seguía tentándolo mucho más que el dinero.





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