miércoles, 10 de enero de 2018
CAPITULO 28
¡Dios santo! ¡Ese hombre era un desastre que tendría que soportar durante tres largos e interminables meses! Y todo porque a un puntilloso juez le había molestado que lo interrumpieran en su día de pesca... En fin, cosas peores había tenido que sufrir procedentes de su querida tía y de alguna de sus excéntricas ideas.
Lo peor de todo era que ese hombre despreocupado y sin sentido alguno de la responsabilidad o el orden era demasiado parecido a su exnovio: la misma sonrisa fácil, el mismo hermoso rostro, las mismas embaucadoras formas de tratar a la gente de su alrededor... Todas esas cualidades, que para otra mujer podían resultar tremendamente atrayentes, a ella le repelían, porque Paula había aprendido muy bien la lección y sabía que, detrás de esa seductora apariencia, solamente se ocultaba un hombre superficial y traicionero como había sido Manuel en su momento.
Había conocido a Manuel en sus años de práctica como becaria en el bufete de su tía. Poco después de que ella se incorporara a la empresa, Manuel hizo su aparición como un nuevo fichaje para la prestigiosa firma de abogados Chaves.
Ese farsante la había conquistado con bonitas palabras y con hermosos gestos, la había tratado como a una reina y le había sacado esa sonrisa que a veces en el trabajo le era difícil mostrar debido a todas las estúpidas bromas e impertinencias que tenía que aguantar por parte de sus compañeros por ser una niña rica.
Manuel había conseguido que saliera de su rutina para convertirse en una alegre y enamorada joven a la que no le importaban los chismes que la rodeaban, para luego darse de bruces con la realidad. La única verdad era que los hombres ideales no existían y que únicamente eran unos cerdos consumados.
Manuel había demostrado con creces lo idiota que ella había sido cuando, poco después de declararle su amor eterno con un hermoso anillo de compromiso, la había traicionado en la lujosa y nueva casa que estaban reconstruyendo para que se convirtiera en su nuevo hogar. Allí mismo, en el que hubiera sido su dormitorio, lo encontró revolcándose en su cama con, ¡oh, sorpresa!, la atractiva mujer que les había vendido ese inmueble como un idílico sueño de futuro y que, para profundizar aún más en la herida, no era otra que su amiga de la universidad, Jennifer. En el momento en el que sus ojos toparon con esa tórrida escena, todos sus sueños se rompieron en mil pedazos. Ella se marchó de esa casa para no volver jamás, dejando atrás todos sus sueños.
Lo más triste fue escuchar una y otra vez las excusas de un hombre que sin duda nunca la había amado y darse cuenta repentinamente de la verdad: cuando esos ojos la miraban, jamás la habían visto en verdad a ella, tan sólo su dinero.
Después de pasar un mes llorando a moco tendido, su tía la obligó a salir de la cama y a enfrentarse con la realidad.
Vendió la casa que había comprado ella sola, quemó la cama que había llegado a odiar y volvió al trabajo con la cabeza bien alta, ignorando todos los humillantes comentarios que ese desaprensivo había hecho circular, comentarios que insinuaban que ella había roto el compromiso sin razón alguna en el último momento, ya que era una niña mimada a la que le gustaba jugar con los hombres.
Curiosamente, los rumores cesaron en el instante en el que Manuel fue trasladado al departamento más bajo después de una de las visitas sorpresa de Mirta Chaves. Y, aunque era
algo inadecuado, Paula agradeció profundamente la influyente mano de su tía, que hizo que el día a día en su trabajo se volviera menos dificultoso.
En cuanto terminó con las prácticas, Paula fue contratada en el bufete. Y aunque sólo se dedicaba a cumplir recados insulsos para su tía, estaba muy contenta por aprender con los mejores.
Hasta que llegó Henry y las burlas comenzaron de nuevo.
Sólo que esta vez ella había aprendido y se había endurecido, y las acalló por sí misma sin esperar a que nadie la defendiera, porque el cuento infantil que trata de ese hombre que llega en su caballo blanco en el último momento para salvarte de tus problemas simplemente no existe, y la realidad es bien distinta.
Paula suspiró resignada ante su mala suerte, miró una vez más su comida y desechó el nada apetecible sándwich en busca de algo más apto para su paladar.
Tras rebuscar en toda la cocina, logró dar con unas rebanadas de pan y el bote de crema de cacahuete. Esta vez no lo aderezó con ninguna invención culinaria y degustó algo simple pero exquisito para un estómago vacío. Mientras devoraba su cena, vio cómo Henry intentaba alcanzar el olvidado experimento culinario de ese sujeto.
—Yo que tú no lo haría, Henry —advirtió Paula al chucho sobre lo que podía llegar a ser un tremendo error.
Henry desoyó el amable consejo de Paula y, tras alzar su rechoncho cuerpo sobre uno de los taburetes, consiguió al fin pillar la comida, cogió el sándwich con delicadeza entre sus dientes y, tras hacer algún que otro malabar casi imposible para su orondo cuerpo, lo soltó en el suelo.
Entonces se relamió dispuesto a saborear su premio y dio su primer mordisco ante la atenta mirada de Paula, que pensó que por una vez aprendería una lección sobre lo que no debía hacer.
Los aullidos de Henry ante la prueba de tan horrendo bocado fueron tan exagerados que hasta el propio Pedro salió apresuradamente del baño creyendo que algo terrible le había ocurrido a ese saco de pulgas.
—¡Te lo advertí! —reprendió Paula a Henry poco antes de alzar su rostro y ver ante ella a un irresistible espécimen masculino. ¡Qué pena que, como todos ellos, fuera tan falso y traicionero!
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Re lindos y divertidos los 5 caps. Me fascina esta historia.
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